29 jul 2010

Cuartillas de sal

Estoy aquí inmóvil sentado mirándote,
viéndome en el claroscuro de tus ojos,
ahogándome en el vacío crepuscular,
ahogándome en tu tranquila mirada.

Me pierdo en lo mucho que no soy,
olvidando lo poco que sí, lo que queda,
los sueños rotos y las cuartillas de sal,
que son el molde y horma de mi alma.

Ya no sé quién soy de tantos que he sido,
de todos los pesados muertos que cargo;
olivos secos, fotografías, diarios caducos;
claveles, pañuelos. Todo lastre y anclas.

Hace mucho era niño, y el mundo, fácil,
las sonrisas eran gratuitas y completas;
uno podía dejar correr suelto al espíritu,
inundado de sol y rosas sin espinas,
sin temor ni miedo a que no volviera,
sin temor ni miedo a que lo robaran.
Hace mucho era niño, pero se acabó,
un día mi alma no regresó conmigo.
Cargo al angelito inerte que fui,
sonriendo en su caja sobre mi lomo.

Somos todo aquello que odiamos ayer,
cuando fuimos jóvenes y había futuro,
cuando la revolución era caritativa, útil,
cuando el amor y el fuego nos cegaban,
pero de la llama pasional que era nuestra
sólo quedaron las cenizas frías y volaron.
Somos todo aquello que odiamos ayer,
pero podemos vivir con nuestra conciencia.
Cargo al soñador pobre que era, sus restos,
las cruces y la lápida de mi juventud noble.

Pero los muertos tienen fríos los huesos,
como frías son las estrellas en la noche,
lágrimas brillando sobre el luto celeste;
y me duele este helado osamental, blanco,
me duelen estos esqueletos que cargo.

1 comentario:

  1. Todo lastre y anclas.

    Me pareció excelente, transmites muy bien la erosión del tiempo, y el frío que también deja.

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